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OSWALDO REYNOSO

LA ETERNA JUVENTUD O LA LUZ DE LA INOCENCIA

Publicado: 2016-05-24

Por: Roberto Bermudez Grau

Una conversación emocionante con el autor de "En octubre no hay milagros"


Calles atestadas de gente. Tráfico y ruido bajo el cielo triste. Una garua fina se disuelve sobre el edificio del Hospital de policía, gana terreno en los vidrios y se precipita hacia la calle, en busca de la playa. Huele a mar. Rostros anónimos suben y bajan por la avenida Brasil. Lima es una fotografía tecnicolor. Detrás del vidrio de la combi una muchacha espía con ansiedad la calle: El semáforo es verde verde caramelo menta. Rojo. Pasapasa. Furioso, arranca bañando a los parroquianos en humo. Camino con las manos en los bolsillos. A mitad de la calle me detengo. Alzo los ojos. Compruebo la dirección que indica el papel. Y allí está él. El pelo blanco que reluce. Saludo levantando la mano. Cordial me invita a pasar. En la pared, la fotografía que conmemora los 50 años de <Los Inocentes> nos espía. Sin hacer ruido, El Escritor ordena una ruma de periódicos que se han acumulado en los sillones. Se sienta. Su sonrisa es franca. Me interroga con los ojos. ¿Villarreal, no? —Pregunta—. Bueno ¿en qué lo puedo servir? —dice— Su voz es ágil. Detrás de sus anteojos sus ojos bailan una música suave. La voz de una soprano llega a través de un corredor. —Es opera, me aclara—. Entonces le pregunto de golpe. P: Qué es la literatura para Oswaldo Reynoso? R: Para mí es vida, no la concibo sino la vivo. Para los críticos es materia de estudio. Para mí es vida. Una experiencia vital. La literatura es arte. De igual manera que un pintor hace arte con colores y líneas yo hago arte con palabras. Leyendo el libro que se publicó después del primer encuentro de narradores en 1965, me encuentro con un Reynoso preocupado con respecto a cómo los críticos habían recibido sus libros. P:¿Lo “chabacano” en la literatura peruana les preocupó sobremanera? R: Cuando yo publiqué mis dos primeros libros muchos críticos se extrañaban de que yo empelara términos que ellos llamaron soeces. Sin embargo, considero que en el terreno de la literatura no hay malas ni buenas palabras, sino, palabras bien empleadas o mal empleadas. Recursos de los que el narrador se vale para embellecer el relato. En eso debe radicar el sentido de un texto. En su belleza. Existen libros en donde lo que se cuenta está profundamente separado del cómo se cuenta. P:Juan Carlos Onetti decía que las historias vienen con una música propia. Yo quería preguntarle — a efecto de haberle oído decir que usted ha escrito un solo libro en toda su vida, un único relato construido con distintos personajes y escenarios— cuál es ésa música que habita su libro. R: Esa pregunta la puedo ver en dos sentidos. Cuando escribo, escucho todo tipo de música que sea buena. Ahora mismo estoy escuchando opera. ¿La escuchan? Me gustan mucho Vivaldi y Mozart, Bienvenido Granda, Los panchosP: Entonces, —a diferencia del personaje— la guaracha a usted no lo pone triste. R:Me pone triste, pero es una tristeza creadora. Cuando escribo, escucho música. En cuanto al sentido musical de mi prosa, trabajo su musicalidad partiendo de la misma naturaleza del idioma español. Veamos; la configuración fonética de nuestra lengua es la gravedad, de modo que procuro no terminar una frase en aguda o en monosílabo sino en grave. Lo que me interesa a mí no es contar una historia. Una historia la puede contar cualquiera. (Sus ojos se encienden). El asunto es contar la historia bellamente es decir, el trabajo estético del lenguaje. P:¿Quiénes han sido sus referentes en la literatura peruana? R: Yo aprendí este sentido estético de la prosa leyendo a Valdelomar. La casa de cartón de Martín Adán. Sin duda alguna Arguedas, Ciro Alegría, que comprendieron que la literatura era el trabajo estético del lenguaje. Luego se ha malogrado toda esta línea, ahora lo único que interesa es contar una historia y esa historia y esa forma de contar la historia en este momento está dirigida por las grandes transnacionales del libro. P: Es considerada su respuesta, si tomamos en cuenta lo que decía Julio Ramón Ribeyro —una voz cercana a la de su generación— Señaló alguna vez que él no tenía a ningún escritor peruano como referente. R: Su tendencia era la línea francesa. Lo que yo le reprocho a Ribeyro es que tenía todas la condiciones como para dar un salto en su creación literaria, pero yo no sé por qué se quedó en lo mismo. El comenzó muy bien; esa primera parte de los gallinazos sin plumas, ésa es una prosa, pero qué pasa, a medida que uno avanza en el relato va perdiendo ese impulso. P: Se refiere al tratamiento del lenguaje. R: Pongamos un ejemplo. Si a través de esta ventana espío a los muchachos que vienen de la facultad de arquitectura o de la Bausate a conversar; podría describir sus ropas, sus gestos e inventarles una historia, sin embargo la historia no sería verídica si no soy capaz de reconstruir su lenguaje. Uno conoce a las personas cuando hablan. Y allí es precisamente donde radica la diferencia de sus relatos con los de otros grandes narradores. El lenguaje, la expresión vivaz y precisa de la esquina, la mirada pícara y desenfadada. El nivel de realidad en su oralidad. Seamos realistas. Ha cambiado el lenguaje, ha cambiado Lima pero, entonces por qué si lo jóvenes ya no se visten así (como en mis libros) no van al billar, no bailan guarachas, por qué los jóvenes de ahora aprecian <<Los inocentes>>, esto se debe a que en cada relato hay un problema que involucra a los jóvenes, una raíz existencial. Eso es precisamente lo que yo intenté expresar, bellamente. Si nosotros diéramos valor solamente a cuestiones circunstanciales, de época, entonces no leeríamos a Balzac, o Dostoievski donde las personas se movilizaban en carrosas, ahora no es así, sin embargo las novelas de Dostoievski tienen permanencia a pesar de eso. En el Perú muchos críticos tienen una mirada miope En el campo educativo, existe una “preferencia” por los autores del boom al momento de elaborar los textos escolares. P: Siente que hay una especie de marginación. R: La literatura no la forman ellos. La literatura permanece en la mente y en la imaginación de los lectores. No en los esquemas de los académicos. Suena el teléfono. Oswaldo gesticula y hace un ademán vago: un compromiso, me explica. No le quitaré más tiempo, le aseguro. Una curiosidad gravitante me ha ido ganando durante la conversación. P: ¿Cuál es la novela latinoamericana más importante para Oswaldo Reynoso? Alejo Carpentier. García Márquez. Esos son los grandes referentes. Como arquitecto, Vargas Llosa, como arquitecto P: ¿Qué novela de Márquez?, insisto R: Cien años de soledad. Me preparo para despedirme. Pero me dice que aguarde un segundo: OR: “quisiera hacer una anotación” Es acerca del grupo Narración. Estoy muy molesto porque hay muchas personas que pertenecieron al grupo Narración o lo estudiaron desde afuera y tergiversan los hechos. En Venezuela yo redacté un documento de declaración de principios para formar un grupo y sacar una revista. Estuve allí trabajando porque como a muchos el gobierno nos echó de la Cantuta. Reuní a unos amigos en el bar Palermo y les leí el texto y les dije quienes estaban de acuerdo. Dicho documento aparece en el primer número de la revista Narración. El trabajo iba a ser grupal. Por eso el primer número sale sin director. Propuse el nombre de Agua y un grupo fuimos citados por Arguedas a la peña Pancho Fierro que quedaba en la esquina del Jirón Ica, nos recibió con afecto, nos invitó sanguches y yo le dije que en su honor sacaríamos la revista y dijo que nos iba apoyar. Cuando le revelé que la revista se llamaría Agua, Arguedas dijo que no valía la pena hacer un homenaje de este calibre a un escritor vivo. De la peña Pancho Fierro nos dirigimos al Palermo y allí se propusieron varios nombres; somos narradores, exclamé, que se llame Narración y así salió el primer número. Si usted ve, los que formaron parte del primer número son jóvenes todos. Yo tenía 32 años y era uno de los mayores. Los muchachos eran Watanabe de 20 Maldonado de 18, Miguel Gutiérrez no era tan joven. Yo ya estoy cansado que tergiversen esa historia. Publicamos un texto Literatura y Arte de Mao set tung, hicimos preguntas a los críticos, Oviedo no contestó. Sacamos una revista con una línea Marxista. ¿De qué tienen miedo ahora? Nos despedimos con un abrazo. No pude alcanzar a ver lo que ponía mientras firmaba mi ejemplar de “En octubre no hay milagros”. Ya en la calle, bajo el mismo cielo sin nubes ojeo su dedicatoria: Esa vaga ilusión que me acompañó mientras conversábamos no era falsa. Leo: “Para mi amigo, con afecto

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Escrito por

Roberto Bermudez Grau

Estudiante de Educación por la UNFV. Fundó la revista literaria Tajo.


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